La artrosis es la enfermedad ósea más frecuente presente en la población adulta; se estima que un tercio de personas la padecen o padecerán; se produce por la degeneración de una parte de las articulaciones llamada cartílago articular.
De hecho, en España, la artrosis es la enfermedad articular más frecuente, y según la Sociedad Española de Reumatología se estima que más de 7 millones de españoles mayores de 20 años ya tienen artrosis en manos rodilla o columna.
Cartílago articular
Como hemos dicho, la artrosis es una enfermedad degenerativa de una o varias articulaciones producida por la alteración del cartílago articular. Pero para entenderlo, debemos entender qué es a grandes rasgos el cartílago articular.
El cartílago articular es el tejido que está alrededor de los huesos de la articulación y sirve para de protección para evitar que ambos huesos se rocen al moverse entre sí. Este cartílago articular es un tejido vascular, es decir, no tiene vasos sanguíneos, y está formado principalmente por una sustancia llamada matriz extracelular, fibras colágenas y por células condrógenas (condrocitos y condroblastos).
Estos condrocitos, al no haber más vasos sanguíneos en el cartílago, se llevan la tarea de ser los responsables de la nutrición y mantenimiento del cartílago fabricando los componentes de la matriz extracelular, y son por tanto también los últimos responsables de que el cartílago tenga flexibilidad, elasticidad y capacidad de amortiguación.
En las articulaciones, sobre todo las de carga, las presiones cíclicas de una determinada intensidad son necesarias para que el cartílago se mantenga, porque necesita un estímulo de carga para que el hueso pueda seguir fabricando cartílago.
Sin embargo, algunas presiones excesivas en intensidad y duración son un factor importante de destrucción cartilaginosa. La sobrepresión actúa sobre los condrocitos y estimula la aparición de unas sustancias que aumentan la inflamación llamadas citoquinas proinflamatorias que desencadenan la aparición de enzimas que degradan la matriz cartilaginosa.

Cuando la edad avanza, sumado a otras series de factores que mencionaremos más adelante, y el cartílago se empieza a destruir, los condrocitos tratan de revertir la situación aumentando la fabricación de componentes de la matriz extracelular.
Pero si el estrés se mantiene, los condrocitos entran en una fase de agotamiento rompiéndose el equilibrio metabólico, es decir, aumenta el catabolismo y disminuye el anabolismo y cae la balanza a favor de la degeneración y empieza el círculo vicioso sencillo de entender:
Cuando se pierde cartílago, se pierden condrocitos y se activa un proceso cíclico de menos cartílago y menos células para mantener el cartílago que queda y además simultáneamente las que quedan fabrican sustancias proinflamatorias (citoquinas) que dañan aún más el cartílago, y en consecuencia se empieza el ciclo de pérdida que no es reversible.
A medida que el cartílago va desapareciendo, se van generando microfracturas por las zonas de fricción, y posteriormente, el hueso reacciona y crece por los lados dando lugar a unos picos que se conocen como osteofitos; produciendo la deformación de la articulación.
Factores desencadenantes de la artrosis
- Edad: aumenta de forma exponencial a partir de los 50 años.
- Sexo: afecta sobre todo a mujeres mayores de 50-55 años por su fisiología de cadera,
- Menopausia: la disminución de los niveles de estrógenos que se produce con la llegada de la menopausia es uno de los factores de riesgo para su desarrollo.
- Genética: la herencia genética en el desarrollo de la artrosis puede llegar a ser hasta de un 65 por ciento.
- Actividad laboral: la repetición de los movimientos articulares puede llevar, a largo plazo, a la sobrecarga articular. Por eso, determinadas actividades laborales (peluqueras, albañiles, deportistas de alta competición, etc.), pueden favorecer a la aparición de artrosis.
- Actividad física elevada: los deportistas de élite tienen mayor riesgo de desarrollar la enfermedad, así como los que sobrepasan los límites articulares de forma repetitiva y continuada.
- Sedentarismo: la falta de carga articular también provoca artrosis porque las articulaciones necesitan estímulos de carga para su salud.
- Trastornos metabólicos: el metabolismo de cada persona influye de manera especial en la aparición de esta y de cualquier enfermedad.
- Obesidad: no parece participar en el desarrollo de artrosis, pero sí que puede agravarla en determinadas articulaciones como las rodillas.
- Traumatismos: fracturas y lesiones pueden ser un factor desencadenante o agravante.
Incidencia y síntomas de la artrosis
La degradación cartilaginosa puede afectar a una o varias articulaciones, las más afectadas son las rodillas, cadera, manos y la columna vertebral, aunque puede aparecer en cualquier articulación del cuerpo.
La artrosis no suele ser sintomática en sus primeras etapas, aunque podría aparecer a cualquier edad, y más si ha habido fracturas previas.
A partir de los 40-50 años es cuando empieza a notarse más, ya que los síntomas dependen de la articulación afectada, pero en general, se expresa con sensación de cojera, chasquidos o crujidos articulares, limitación del movimiento articular, dolor sordo y profundo, incapacidad funcional, derrames articulares recurrentes y algunas personas pueden presentar en etapas más avanzadas rigidez y deformidad articular.

Además de la patología en la articulación, el cuerpo intentará generar una serie de adaptaciones con posturas antiálgicas, cambios en el patrón de la marcha, en la pisada, engrosamiento de ligamentos y tendones, aumento del tono muscular…
En un primer estadio, los síntomas se desencadenan cuando se mueve o se realiza un esfuerzo con la articulación. Este dolor suele cesar con el reposo. Posteriormente, el agravamiento de la artrosis hará que el dolor aparezca tanto con el movimiento, como con el reposo; con etapas de grave dolor seguidas de otra de estabilización, y que se vive con picos.
Uno de los puntos buenos del dolor artrósico es que no siempre es constante, por lo que los pacientes pueden estar durante largos periodos de tiempo sin padecer dolor, lo cual no significa que la artrosis no siga su evolución, solo que no se expresa sintomáticamente, hasta que por excesiva carga, estrés, aumento de peso, cambios ambientales… repentinamente desencadenen otro episodio.
El problema es cuando se mezclan los dolores de artrosis junto con el dolor generado por las adaptaciones musculoesqueléticas asociadas que tienen también otros patrones dolorosos.
Diagnóstico: cómo saber si tengo artrosis
Además de los síntomas ya mencionados, existen pruebas diagnósticas que confirman el diagnóstico como la radiografía, resonancia, tac o incluso ecografía de alta resolución.
Mediante una radiografía, su médico puede distinguir los osteofitos, el pinzamiento del cartílago, y otros signos llamados geodas subcondrales y la disminución asimétrica del espacio articular, los cuales son síntomas claros de la artrosis.
Otras pruebas que se pueden utilizar en casos excepcionales son un TAC y la resonancia magnética.
Por último, la ecografía de alta resolución se ha incorporado como una herramienta diagnóstica muy eficaz porque revela las partes blandas que rodean la articulación, así como si hay inflamación o lesión en alguna de ellas y distinguir si el perfil del hueso se está alterando.
Cómo tratamos la artrosis en nuestro centro
La artrosis se puede abordar con fisioterapia, ejercicio terapéutico y con tecnología avanzada.
Con terapia manual y articular, podremos tratar la musculatura y tejidos afectados alrededor de la artrosis (ligamentos, músculos, tendones, nervios); y esto ayudará a reducir dolor, mejorar la funcionalidad y evitar que el ciclo continúe.
Además, contamos con maquinaria que ayudarán a reducir ese dolor y sus síntomas asociados como el Sistema Super Inductivo (que es magnetoterapia a alta frecuencia lo cual es lo que más evidencia tiene para las afectaciones óseas) láser de alta potencia, diatermia, láser, electrólisis percutánea eco guiada y ondas de choque.
Uno de los síntomas más importantes a tratar de la artrosis, aparte del dolor, es la limitación del movimiento articular, para evitar así futuras rigideces, que podrían afectar a la calidad de vida del paciente.
Para prevenir esa limitación del movimiento, la articulación debe estar en movimiento relativo, para ello se deben realizar ejercicios suaves y en una carga progresiva así como trabajar los desequilibrios musculares, para que el cuerpo absorba mejor los impactos así como trabajar el equilibrio y mejorar la biomecánica corporal y la pisada para que el cuerpo sufra menos y se adapte mejor.

Hasta ahora ese era el tratamiento que podíamos ofrecer, pero ahora podemos ir un paso más y ofrecer el mejor tratamiento posible para la artrosis que consiste en la Resonancia Magnética Terapéutica MBST, la cual es capaz de estimular a condroblastos (condrocitos no activos) y condrocitos y que estos detengan la degeneración del cartílago y que formen nuevos condrocitos que a su vez formarán cartílago, obteniendo una regeneración celular interna a través del tejido sano; lo cual sumado a nuestra fisioterapia y readaptación implica que estaríamos tratando de forma absolutamente integral su patología.